martes, 27 de octubre de 2009

Lefevrianos, anglicanos conservadores y católicos ultraortodoxos

De aquí a poco, por el camino que van las cosas: la condena de teólogos, hermeneutas y pensadores católicos, -hace poco hemos sabido también de la defenestración de un jesuita en Japón, eminente especialista en bioética- con acusaciones del Santo oficio; mientras, se busca ser condescendiente con ultraconservadores y ultramontanos y ultraortodoxos, cuyas desviaciones sin duda van a ser perdonadas por el cariz que van tomando los acontecimientos (si bien la perfecta “reconciliación” está pendiente de algunas conversaciones y diálogo con los lefevrianos). El caso de los anglicanos, parece presentarse con el mismo talante de reconciliación con tal de que se esté a favor incondicionalmente y como sea de la doctrina mantenida a capa y espada por Roma.
La imposible humildad, por la soberbia conciencia de estar en posesión de la única verdad, provoca que cada vez más los cristianos católicos nos sintamos más y más lejos. Ya se nos ha echado la cruz y el buen pastor no va a venir a buscarnos como ovejas perdidas. Nos espera en casa, ¡siempre el padre del hijo pródigo!, para que volvamos arrepentidos, nos hinquemos de rodillas, y digamos al menos de boquilla – como Galileo- que estamos equivocados.
Parece que se quiere volver atrás al período anterior al Vaticano II; esperemos que no se resuciten aquellos anatemas del controvertido Syllabus de mediados de XIX, en el que tantas condenas y ambigüedades se incluyeron para desorientación y decepción de muchos creyentes. Precisamente entre los anatemas del Syllabus se condena el no-sometimiento de la inteligencia al magisterio de la Iglesia. Es más, se condena la libertad de culto, pensamiento, imprenta y conciencia. Me temo que las jerarquías van por ese camino. Pero razón y libertad seguirán siendo el don más grande que ha sido dado a los humanos por el Creador.
27.octubre.2009

viernes, 23 de octubre de 2009

Otra vez a propósito de Ágora

Que la película Ágora pretenda ser estrictamente histórica, no creo que le haya pasado por la cabeza ni a Amenábar ni a nadie.
Que un cineasta, que pretenda dar que hablar fabricando una película con garra y debate y, escoja de la historia aquello que pueda expresar mejor unos determinados puntos de vista y que destaque algunos elementos sobre otros, tampoco es nada nuevo bajo el sol entre creadores de literatura, cine, pintura, arquitectura, etc.
Pero a mí me da la impresión de que aquello de D. Quijote: “con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho” va a seguir teniendo razón, porque a veces (la iglesia) ni acepta la verdad de su historia –en la película sin duda no se es fiel literalmente a la historia- ni entiende la libertad de los creadores para hacer interpretaciones libres de ella, cuando no son historiadores. Pero tampoco responde necesariamente a la intención de que está todo inventado para machacar a los cristianos.
El que Hypatia sea una especie de excusa y se la haya adaptado a un guión cinematográfico, tampoco debe resultar nuevo. Lo que siempre parece evidente a los cristianos –bueno, a determinados cristianos al menos- es que con todo se pretende un ataque, una destrucción, provocar un desprecio, sembrar el desprestigio de la jerarquía de la iglesia, etc.
Una novela es una novela, una película es una película, un cuadro de Picasso es un cuadro de Picasso. Y la historia de la Iglesia tampoco es exactamente la historia de la iglesia que la iglesia ha explicado siempre. No porque mienta o la falsee expresamente sino porque no se entra en los intereses ocultos, las discordias internas, y por algo se guardan con determinado secreto algunas decisiones o no se acepta la más mínima crítica a algunas posturas mantenidas en la Iglesia respecto de la teología, de la disciplina y de otras realidades.
Lo que me parece a mí es que hay una suspicacia, a consecuencia de la general desafección que muchas decisiones de la iglesia provocan en multitud de fieles y por supuesto en mucha gente normal y corriente, no necesariamente fiel.
Lo que a veces pienso es que –tal como se presenta la institución eclesial- o se sigue la pauta ultramontana*, tradicionalista, y de “fidelidad incondicional a los principio de la iglesia”, o enseguida cualquiera es bueno para convertirse, no en un crítico o un amable corrector, sino en un implacable enemigo público… Estas actitudes no hacen sino confirmar lo que a veces se presenta como “normal” en esta película como en otras que tocan algún tema en que la iglesia puede ver rozados sus dogmas, sus principios o su manera de ver y de pensar. La Iglesia no es intocable, más que para aquellos que creen que así como está, lo es por voluntad de Dios; los demás no tienen por qué sumarse a esa visión religiosa o teológica.
Yo destacaría que la Iglesia, está tomando la postura o el papel de víctima perseguida, cuando simplemente existe una discrepancia y un cierto divorcio entre la sociedad civil y las estructuras religiosas. El cristianismo es salvable, el Islam es salvable, el judaísmo es salvable; pero de ninguna manera cualquier forma de dogmatismo o fanatismo excluyente de esas confesiones es admisible en una sociedad plural y abierta.
Tampoco la sociedad puede ser intolerante con los auténticos valores humanos y éticos
que pueden representar las confesiones religiosas. Pero nada puede impedir que sea crítica con los aspectos que considera negativos o faltos de razonablilidad.
Es importante matizar y poner cada cosa en su sitio. El artículo de Jesús Trillo Figueroa que he leído en LA RAZÓN.es y que corre por los reenvíos de correo electrónico, abunda en esta postura y, aunque en algunos asuntos no le falte la razón en cuanto a determinados datos de la historia, no se reconoce el aspecto de fantasía que casi siempre rodea a películas que ponen su fundamento en acontecimientos complejos de la historia, ni que la narración cinematográfica no es un reflejo fiel de hechos sino un montaje adecuado a ese tipo de lenguaje. Repito finalmente lo dicho. Atrevámonos a poner cada cosa en su sitio sin extrapolar las intenciones o sacarlas de contexto.
23 de octubre de 2009

miércoles, 21 de octubre de 2009

Aborto

Pocos escritos he encontrado relacionados con el asunto de la nueva ley del aborto de la precisión y seriedad del planteado por Cristianos Socialistas del PSOE, presentado o elaborado por una Catedrática de Historia, (Pilar de la Vega), por un Biólogo, (Jordi López Camps) y por una médica y magíster en Bioética) María José Pereda.
Por una parte, desde una perspectiva sociológica, consideran que “no se puede descalificar una regulación legal del aborto por considerarlo directamente un asesinato”, pues desentenderse de esa regulación supone desentenderse también de las gravísimas consecuencias de una prohibición absoluta.
Nadie niega que la posición del legislador ante una decisión ciudadana de este calado es realmente compleja y conflictiva.
Por otra parte el hecho de que la decisión se considere algo que concierne sólo a la mujer, es una apreciación demasiado alejada de la realidad y que no exime de realizar un juicio ético, social, jurídico y legal sobre este hecho de características tan peculiares.
Mirar su complejidad y hacer un juicio más bien sosegado y restrictivo no debe convertir a nadie en un personaje conservador y cerrado, pues el fenómeno del aborto no es para tratarlo con frivolidad ni ligereza.
Es un hecho que el embrión primero y el feto después son un proyecto humano en ciernes y en permanente crecimiento hacia el logro de un ser humano nacido. Entre tanto sólo es un “nasciturus”. Eso es así.
Si alguien entrara en un sembrado de trigo en el que sólo una breve hierba cubre con una alfombra la superficie sembrada, y, de cualquier manera, destrozara el sembrado, se puede decir que ha frustrado así una cosecha de trigo. Y no valdrá el argumento de que no se veían las espigas.
“Podemos convenir –dice el escrito aludido- en que la dignidad inherente del feto no sea la misma que la de la persona nacida”, pero de cualquier modo el cuidado del feto como vida humana que avanza en su proceso de maduración requiere la protección no sólo de las personas, sino de las leyes y del propio Estado. Y “por cuanto (el feto) se trata de un ser humano en formación, no puede haber un derecho al aborto”.
Podría decirse que sólo queda el recurso a la aceptación de que el aborto es una cuestión de conciencia. Sea. Eso obliga a una serie nada fácil de decisiones y posiciones del Estado y el Gobierno. Dice el texto: “la función legisladora y la gestión política deben estar inspiradas por la ética y el bien común. Sin embargo creemos que hacer realidad los principios éticos en una sociedad plural, no supone necesariamente identificar código moral y código penal. Y esto es especialmente claro en el caso del aborto”.
La despenalización o la situación del aborto en un nuevo concepto jurídico -no necesariamente un derecho- obliga a una búsqueda a conciencia de los términos en que ha de promulgarse una ley y –por supuesto, a mi entender- huyendo de cualquier frivolidad que suponga una degradación o infravaloración del hecho de abortar. Es el caso de las adolescentes, menores, o de la consideración de no comunicación del hecho a los padres que son aquellos que tienen la patria potestad en problemas de responsabilidad del o la menor.
El resto de esta reflexión es la trascripción literal del final de la declaración, que considero la más exigente de las propuestas para toda la sociedad y para los que tienen la responsabilidad de legislar, y no sólo en este terreno, sino también en el ámbito de la educación.
“Es necesario desarrollar políticas de investigación y prevención que orienten hacia una sexualidad responsable. La prevención debe hacer frente a la banalización de la sexualidad. También son necesarias políticas educativas, que deben hablar de la sexualidad como placer, pero también como vínculo afectivo; como respeto a la alteridad y dignidad del otro y como control de las propias pulsiones. Y debe avanzarse en el desarrollo de una real protección social de la maternidad.
En definitiva, la cifra de 112.000 abortos en sólo un año (2007) es un elocuente signo de fracaso colectivo. Estamos a tiempo de aprovechar esta reforma para emprender con decisión el impulso de políticas públicas para la reducción de los embarazos no queridos que conducen al aborto”. (v.El País, 18 de octubre, pág. 38)
21 de octubre de 2009.

martes, 20 de octubre de 2009

Por la vida

Han coincidido en el tiempo la convocatoria de manifestaciones para la lucha contra el hambre en el mundo donde según los cálculos más optimistas más de mil millones de personas están pasando hambre al punto de que las enfermedades y carencias consecuencia de la falta de alimentación, provocan muertes por hambre a razón de unas 30.000 personas diarias.
El fracaso de la humanidad no es ya sólo el de una ambición y avaricia que borra los márgenes de la ética más elemental, sino el desentendimiento más absoluto del problema de sus semejantes, expoliados y empobrecidos hasta el extremo de carecer de todo. Y si sobreviven es –en muchas ocasiones- gracias a aportaciones solidarias totalmente insuficientes y a la falsificación del concepto de ayuda al desarrollo, que no consiste en darle arroz o harina, o pescado, sino, como tantas veces se ha dicho, en posibilitar la creación de explotaciones adecuadas en las que sea posible producir el alimento necesario para sobrevivir y donde se recupere la dignidad del hombre que, a veces, con la ayuda humanitaria dada desde arriba, no siente otra cosa que una vez más su dependencia y su humillación por parte de los poderosos o de los “bienhechores”.
Pues bien, esa convocatoria, que durante la semana del 13 al 18 de octubre, ha sido llevada a cabo en unas cincuenta ciudades españolas, impulsada por más de un millar de ONG, ha dado como resultado en Madrid una asistencia de alrededor de 3.000 personas la víspera de otra macro-manifestación.
Pues, como decía arriba, estas convocatorias han coincidido con la que los movimientos pro-vida y otras organizaciones, eclesiales o no, convocaron también el sábado 17 en Madrid.
Curiosamente el objetivo fundamental de esta convocatoria era la protesta contra la ley de aborto que se va a debatir en el Congreso de los Diputados, en cuanto concluya el debate de la Ley de Presupuestos.
Las cifras de asistencia que aportan los más estrictos y rigurosos están alrededor de las 60.000 personas. Los organizadores hablan de dos millones y otros observadores más objetivos 200.000 personas.
De cualquier manera resulta evidente el abismo de la comparación. A mi me gustaría que la gente que ha participado en la manifestación contra el aborto, hubiera apoyado con más énfasis si cabe la convocatoria de la Alianza Española contra la Pobreza, formada por centenares de Organizaciones no gubernamentales; porque es una evidencia que todas esas madres de África –sobretodo de África- NO han abortado y han dado a luz a sus hijos porque les quedaba la esperanza en la humanidad. No estoy en contra de que se defienda el derecho del nasciturus, del feto en proceso de crecimiento en el seno materno, pero los derechos de los hijos e hijas de aquellas madres que han traído al mundo a sus hijos y ahora los ven exánimes en sus brazos y ellas mismas viviendo la desesperación y la impotencia de no poder alimentarlos, eso es de una gravedad tal, que se convierte en una exigencia moral y ética para todos mucho más allá de una defensa general de la vida y el desarrollo.
Ahí dejo esa consideración a la reflexión de quien desee meditar en ello. Estamos constantemente mirándonos el ombligo, debatiendo y discutiendo sobre muchas realidades, cuya importancia nadie va a poner en duda, pero olvidándonos de lo más fundamental. NO vayamos de nuevo a colar el mosquito y tragarnos el camello o a atenernos a los legalismos pero olvidando la misericordia.
Pero de esa ley habrá que decir algo más en su momento.
20 de octubre de 2009.

domingo, 18 de octubre de 2009

Ágora e Hypatia

Aunque según los datos de la historia unos culpan –con mayor o menor fundamento- a Cirilo de la muerte de la filósofa y otros destacan al Obispo como un defensor de la pensadora que además, condenó a la turba violenta –de cristianos- que acabó con su vida, nada roba ese hecho a la validez de la película para reflexionar sobre los males de todas las épocas y sobre la cerrazón con que se convierten en fanáticos energúmenos los seres humanos, cuando les obsesiona la divinidad hasta el punto de creerse no sólo en posesión de la verdad sino en ser los portavoces y jueces que hablan o actúan en nombre de esa divinidad. Cirilo era sin duda un hombre fuertemente apasionado, apologeta y luchador contra el paganismo, y contra determinadas actitudes del sector judío de Alejandría, era un apasionado de la verdad hasta en su lucha con las herejías y en su actitud con otros obispos y patriarcas de la propia Iglesia. Quizás esa pasión contagió cierto aire de dureza a las relaciones entre la diversidad de personas, razas, creencias, pensamientos, etc. que poblaban aquella ciudad cosmopolita
Demasiada violencia en nombre de aquel que dijo “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Demasiado atrevimiento si se piensa en aquel que dijo, “no juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados”. Demasiadas piedras para matar en nombre de aquel que dijo “el que esté limpio de pecado que tire la primera piedra”.
Demasiada impiedad y violencia para obrar en nombre de aquel que dijo: Sed misericordiosos como vuestro padre celestial es misericordioso” y cuya oración incluía aquel “perdónanos como nosotros perdonamos”.
Aparte de sus pocos o muchos excesos, lo que sí se pone de manifiesto es el eterno ser humano incontrolable y agresivo, incapaz de soportar la convivencia en la diversidad, incapaz de aceptar la visión religiosa particular de sus semejantes o sus vecinos o incapaz, desde su propia visión religiosa, de entender el laicismo y la ética no fundamentada en la religión sino en el puro humanismo.
Pero siempre pensaré que el peor pecado de los creyentes de cualquier religión, especialmente de las religiones del Libro, es no aceptar humildemente que los otros no tienen por qué seguir su criterio, ni aceptar su punto de vista, por más que esa persona esté persuadida de que “Dios me ha hablado”.
Dios nos ha creado libres y al decir de Cervantes ese es el mayor don que los Cielos han regalado al ser humano. Y después de la libertad, el regalo de la razón, a través de la cual y sólo por medio de ella cualquier ser humano puede acceder a la fe y a una fe siempre razonada y por supuesto razonable.
Como se demuestra en la actualidad, gran parte de la violencia desatada en nuestra mundo está provocada por fanatismo religioso y por posiciones intransigentes. Léase en particular, Afganistán y sus talibanes, léanse los ultraortodoxos judíos, léanse los jihadistas islamitas, léanse los legionarios de Cristo Rey, los ayatolá intransigentes… Y véanse algunos lugares donde la violencia se ha instalado y continúa: Afganistán, Paquistán, Irak, (o circunstancialmente entre la India y Paquistán), la zona de medio oriente en territorio Palestino-Israelí, etc. etc.
Cada mañana nos desayunamos con nuevos atentados perpetrados por personajes imbuidos de una fe absurda y destructiva, destruyendo a sus semejantes para alcanzar la gloria del martirio.
Mal asunto. Temporalmente estamos poco alejados de la Alejandría de la película “Ágora”.
Como ha escrito en una carta a El País Pedro Taracena, (sábado 17 de octubre de 2009) lo que ha logrado Amenábar ha sido “desentrañar los conflictos históricos desatados entre la fe y la razón, la Iglesia y el Estado, la religión y la ciencia, el poder y la política” y son de tal actualidad los asuntos que aborda el film que “los temas son los mismos. La organización de la sociedad con Dios o sin Dios. El creacionismo y la evolución de las especies. La alianza Iglesia-Estado. El maridaje trono-altar. La igualdad del hombre y la mujer. La investigación científica o no tocar las células madre. El conocimiento humano o la tradición religiosa inspirada en una deidad”.
En cualquier caso no viene nunca mal hacer una reflexión tras disfrutar de una película. Siempre tenemos algo que aprender.
18 octubre 2009

Camino

Voy un poco con retraso en esto del cine. Anoche vi y oí la película Camino. He tenido unas sensaciones dolorosas como consecuencia de la cantidad de falacias,, mentiras, tergiversaciones y autoengaños con que una parte notable de los personajes relacionados con la Obra se defienden hipócritamente de las evidencias, y cómo se recurre a una devoción edulcorada y facilona, de sometimiento y sumisión o de aceptación de la tantas veces absurda, llamada con absoluta ligereza, “voluntad de Dios”.
La Cenicienta es la obra que preparan sus compañeros de clase, es la obra en la que sueña Camino; ahí quiere entrar porque allí está aquel de quien ella “natural”, que no sobrenaturalmente, está enamorada. De ese amor sencillo, y cuasi platónico, vive y se sostiene Camino; ese es el verdadero Jesús que la mueve, aceptando a regañadientes los estrechos y fundamentalistas planteamientos de su madre.
Sólo dos personajes mantienen el tipo y la hondura de la dimensión humana en la que todo ha de moverse –sin abandonar los referentes sobrenaturales, vale- pero evitando que la beatería y un falso concepto de Dios, absurdo y alienante, acabe con la verdadera esperanza y con una visión verdaderamente objetiva de la vida y sus tragedias: son José y Camino. José María es el padre de Camino y Don José María es el Padre del Opus, y el Padre -con mayúscula- del cielo queda demasiado lejos, es demasiado sordo para atender las pequeñas cosas, como la cajita de música, las cartas que nunca llegan porque una mujer como la madre obsesionada por no se qué concepto de la pureza o la entrega las intercepta como interceptó las de su hija Nuria, “metida con calzador en la Obra” y sometida a una disciplina hipócrita y absurda, con no pocos matices de servidumbre.
La madre, como los sacerdotes del Opus que intervienen en la historia, son una fábrica de montar disparates teológicos, tan lejanos al espíritu evangélico que da verdadera pena pensar que haya personas que se sienten felices aceptando unos principios de relación con Jesús y con Dios Padre, tan poco cercanos al concepto del “Padre del hijo pródigo”, del “Buen pastor” que va en busca de la oveja perdida, basando, por el contrario, esta relación en una confusa teología del sufrimiento. De esa teología ya me ocupé con ocasión de aquella película de Mel Gibson sobre la pasión de Jesús, concibiendo a Dios más como un sádico y un perverso personaje que nos ama destrozando nuestra esperanza, y cuyos designios los interpretamos en base a nuestra miope visión.
Tendremos que cambiar de Dios, como apunta Casaldáliga, porque en parte este que hemos anunciado y que por desgracia la jerarquía eclesiástica potencia, pienso que parece un ídolo más, alimentado por un entorno y un pensamiento psicópata y destructivo.
Hace tiempo, con motivo de la muerte de un amigo hacía estas reflexiones a la familia:
Morir siempre es un trago doloroso, sólo vale entenderlo como la consecuencia de la fragilidad de nuestra condición humana, como una consecuencia de la desestructuración de nuestro organismo y de nuestro ser por los más inverosímiles motivos. Nunca cabe atribuirlo, ni de lejos, a una decisión divina que nos roba la vida por no se sabe bien qué extraños motivos para gloria suya.
Nuestro Dios, al menos así entiendo yo al Padre de Jesucristo, no puede ser un ser que goza o se gloría en el dolor, el sufrimiento o la muerte. Eso seria más propio de un sádico o un psicópata que de un Dios que ama la vida y que considera la libre donación de la vida el signo más grande y más sagrado que puede hacer un ser humano.
¡Bien, Camino! En el último momento, cuando tus compañeros escenificaban la Cenicienta, tú corrías de vuelta a casa, danzando con tu príncipe, tu compañero Jesús, y te fundiste con él en un abrazo que consagraba tu amor, y luego te esperaba otro abrazo: el de tu padre, ese hombre del bigote, humilde y paciente que te había filmado en tus momentos felices y en los momentos duros, pero también el que te traía guardada la carta de tu amigo, y la caja de música que tu madre, obtusa, había escondido como una frivolidad. Todo ello sin negar la hermosa posibilidad de encontrar al otro lado de la muerte a Aquel que nos ama y que constituye el fundamento de nuestra fe.
De estos dos modelos de entender la vida que nos presenta esta película, ¿qué es lo verdaderamente maravilloso?
17.octubre 2009.

martes, 13 de octubre de 2009

Vocación

Probablemente esta palabra, que ha sido utilizada muy particularmente por la Iglesia, es una palabra que tiene un sentido mucho más universal que la “tendencia a comprometerse con una forma específica de servicio eclesiástico”
Se ha hablado de determinadas profesiones, carreras o trabajos que “implican” una especial vocación, es decir una especial inclinación, amor a la tarea y actitud profunda y convencida de aquello en lo que se trabaja y para lo que se trabaja.

Voy a intentar, no tanto descontextualizar la vocación religiosa cuanto a enmarcarla en un contexto más universal y comprensible.

Vocación es llamada, pero de algo que te llama, que te convoca, que te atrae, que te hipnotiza, o como diría el profeta, algo o alguien que te seduce.

Notables biografías de personas interesantes están marcadas por esta seducción del arte, de las letras, de la entrega incondicional al prójimo, de la música… Y muchas de ellas lo han sido gracias al ejemplo materno-paterno, (médicos, investigadores, músicos…) a un entorno enamorado de la música, la danza, el estudio de la estrellas o en interés por la arqueología, la historia, la escultura.

En fin, no hay vocación más que la que crece y se descubre dentro de la comunidad, sea familiar, laboral, eclesial, artística. No hay vocación si no se ha despertado una luz, si no existe un modelo, si no se ha conmovido el interior gracias a la vivencia generosa, vital y de entrega de aquellos entre quienes crecemos y vivimos.

En la concurrencia de todos estos elementos se produce esa llamada, esa seducción, ese interés y ese entusiasmo. No hay una palabrita al oído de las musas, ni de los artistas, ni del Niño Jesús. Existe, sin más, un espacio en el que es posible que crezcan las flores, porque está sobradamente abonado, está cuidado, está regado, y se han sembrado ya entre el misterio y la palabra un montón de inquietudes que pueden dar como fruto muchas clases de flores.

Los referentes personales no son lo menos importante en el misterio o la aparición de una determinada vocación. Es más, es muy raro que no estén más o menos conscientemente esos arquetipos sobre los que ha recaído la mirada del llamado y que ante ellos se ha sentido sorprendido, y de alguna manera enamorado.

La sobrenaturalidad de la vocación se sobreentiende como una proyección necesaria desde la perspectiva religiosa o cristiana, pero como he dicho anteriormente no hay una palabrita al oído, sino una especie de clamor interior que se ha ido construyendo con la unión, el amor, la generosidad, el entusiasmo o la ternura en el trato.

Y tampoco se entiende sin la presencia de personas concretas, que sí constituyen un aldabón en cada alma llamada, porque si sentimos emociones, es a través de las palabras las caricias, la ternura y el afecto de quines nos rodean…. Y la experiencia de Dios no es ajena a estas experiencias humanas, sino su sublimación y su elevación a lo más alto.
Septiembre 2009.

La apisonadora israelí

¿Qué se estará gestando en la cabeza de Netanjahu? .
Hace poco, Slavoj Zizek, filósofo esloveno y articulista y analista internacional se preguntaba por la situación palestino israelí: ¿Qué hace Israel cuando parece que no está haciendo nada? Literalmente: ¿qué sucede en Oriente Próximo cuando no ocurre nada en el plano directamente político-militar, es decir, cuando no hay tensiones, ataques ni negociaciones? Su respuesta era: “Lo que sucede es la labor lenta pero constante, de arrebatar la tierra a los palestinos de Cisjordania: el estrangulamiento gradual de la economía palestina, el desplazamiento de sus tierras, la construcción de nuevos asentamientos, las presiones a los campesinos palestinos….” En fin, planificar como acabar con Palestina.
Así que cuando hace días Netanjahu presentaba una posibilidad de detener los asentamientos en territorio palestino, durante nueve meses, no estaba hablando de una marcha atrás y de un cambio de plan sino de una breve moratoria que permita seguir “planificando” la desaparición progresiva del pueblo palestino. La verdad ya no me creo nada de estos gigantes con aire de víctimas del holocausto, llevando implacablemente a cabo un lento holocausto, manteniendo en Palestina, Cisjordania y Gaza los únicos campos de concentración en los que poco a poco se van diluyendo las aspiraciones legítimas de un pueblo que ocupaba aquel territorio, y cuyos principios establecidos para la colonización nunca han sido respetados por Israel ambicioso de poseer la tierra que su Dios le prometió, por encima de la presencia de cananeos, jebuseos, filisteos o palestinos, Nunca hubo compasión como se ha puesto de manifiesto a lo largo de la historia bíblica y nunca ha habido compasión con los palestinos como lo demuestran estos años de confrontación tan irregular y tan prepotente por parte de Israel. El regalo navideño con que mostraron al mundo su salvaje intolerancia y su incapacidad para el diálogo en el que hay que ceder si se trata de una negociación, puso de manifiesto la decisiva actitud judía de no compartir espacios, de no reconocer un estado palestino, sino subordinado a sus intereses espurios, de no retirar los asentamientos de cuantos espacios ilegítimos han sido usurpados. Ahora como ya están ahí los hechos consumados, se pretende atender a los colonos, con servicios adecuados, como colegios, centros cívicos, etc. de manera que se consolide el statu quo. Pero, ¿para cuándo la verdadera libertad de los Palestinos? ¿Para cuándo la destrucción de ese muro divisor que no es una frontera aceptada, sino un obstáculo interpuesto para impedir intercambios, para cerrar las puertas al trabajo y hasta al trabajo en las propias fincas palestinas que han quedado a merced de los israelitas tras los muros de la vergüenza?Y no se me escapa la terrible dimensión religiosa que por otra parte entra en juego en esta situación. La violencia, que no la misericordia, la compasión o la justicia es lo que se hace valer. La fuerza y no la razón, la acción destructiva de las armas y no la negociación basada en el diálogo valiente atrevido y dispuesto a no enquistarse en posiciones religiosas. Qué maldito dios se ha intercalado entre estos dos pueblos, para que sea imposible la reconciliación, y para que no se tenga el valor de reconocer al más débil. No hay más que una falsificación de Dios (Yahvé y Alá) que se esconden tras los intereses obsesivos de los humanos. Pero como he dicho y diré siempre, si el corazón de Yahvé no está por los palestinos, volveré el rostro a ese dios agresivo y violento y me pondré no de parte de Alá al que también invocan los violentos. No, me pondré al lado de los palestinos, simplemente y sobretodo de las víctimas de este nuevo holocausto