miércoles, 23 de enero de 2013

A propósito de orar con el cuerpo y en el cuerpo

En ello estoy. Creo que es muy válido. Sería bueno que la teología moral reflexionara sobre el cuerpo, que es en definitiva el único cauce a través del cual nos relacionamos con la realidad, los demás y con el profundo misterio de Dios que nos habita. A lo mejor la percepción de la sexualidad como parte, o mejor como integrante de la corporalidad, podría mirarse con otros ojos, sin desconocer la enorme fuerza integradora y disgregadora que arrastra o que aporta. Pero disgregar disgregan también las pasiones más interiores, y que tienen su reflejo en la soberbia, la avaricia, la ira, la envidia, la pereza, y los dos capitales más implicados en la corporalidad: la lujuria y la gula.

El Espíritu actúa en nosotros y por nosotros

Dios no es un mago, actúa a través de espíritu humano que se deja modelar por el bien y el amor Nadie tiene un acercamiento a Dios por una pretensión meditativa, ni por la auto concentración. Probablemente esa es la forma más engañosa de “contactar” con Dios. A Dios siempre se le descubre y se le ve a través de los rostros ajenos, a través de la bondad del otro, de su capacidad de entrega, de su sencillez y su generosidad. Etc. etc
. entonces emerge la luz que nos revela el misterio de Dios y seguramente no a Dios mismo, sino la epifanía y la manifestación de Dios a través del corazón la caricia y la sonrisa del otro. Así se lo daba yo a entender a veces al sacristán del Carmen. Aquel que le redimió de tus cadenas era otro hombre de carne y hueso como tú transido por el amor que es Dios como fuente de toda energía y bondad. Al final es Dios quiien obra a través del hombre.