Una tras otra, uno ve las actuaciones de Israel y su estrategia de destrucción del pueblo palestino, de manera que hay que pensar que tiene razón la autora norteamericana Susan George, quien en su libro “El pensamiento secuestrado” denuncia las posiciones de los neo-con y, a propósito de las religiones, y concretamente sobre Israel afirma que tiene un propósito final irrevocable: recuperar en toda su extensión “la tierra prometida” por Yaveh para el “pueblo elegido”.
No me cansaré de repetir una y mil veces que las religiones no pueden por menos de hacerse un auto-examen y una autocrítica respecto de la seguridad con la que dicen conocer los designios, los proyectos, la voluntad y las palabras de su dios. Esta aberración ha conducido a todas ellas en algún momento de su historia y (mutatis mutandis) en la actualidad, a llevar a cabo en nombre de su dios o su Dios, verdaderas tropelías antihumanas.
Y si algo debe significar, al menos para un creyente cristiano, la fe en Dios, no puede ser otra cosa que un verdadero servicio, y amor al ser humano no su rechazo, inmisericorde en nombre de una Ley (de la que –según san Pablo- ya fuimos liberados) para tener como pauta de vida una actitud de amor que arranca en la tolerancia, sigue en el respeto, continúa con la comprensión y acaba en el amor desinteresado y benevolente.
Y todo esto a propósito del acto de terrorismo de Israel contra la flotilla de la libertad, que al margen de otras consideraciones, no puede ni ser atacada en alta mar, donde Israel no tiene jurisdicción ni dentro de su jurisdicción puede hacerlo arbitrariamente y sin causa justificada.
Pero, como siempre, como tras aquella condena sobre el ataque –regalo de navidad- de Israel sobre Gaza con resultado de centenares de civiles muertos entre ellos unos trescientos niños, la comunidad internacional grita tres días y al cuarto se calla y se hunde en el más vergonzante de los silencios, y se abren investigaciones, y se estudian las condiciones del suceso y se…. Menos abrir las cajas negras de las sucias intenciones israelíes, pues nunca son analizadas.
Los embajadores dan una explicación llena de mentiras y falsos sentimientos de víctimas que ya está bien.
La gente ya ha dicho basta, pero ¿qué hace la comunidad internacional, los estados, la ONU, el Consejo de seguridad, dictando resoluciones que Israel se pasa –como se ha pasado todas las anteriores- por el forro de sus armas?
Son los verdaderos provocadores en estas situaciones y sin embargo nos quieren hacer ver todo lo contrario. Pero bueno, ¿estamos tontos?
¿Hasta cuando? El Estado español ya se encargó de limitar las posibilidades de ejercer la justicia global para otro caso con Israel.
Pero, por Dios y por todos los santos, ¿cuándo vamos a dejar de proteger a estos impresentables sionistas? ¿Cuando vamos a tener el valor de denunciarlos ante la corte internacional y que los lleven también a ellos como fueron llevados los autores del holocausto por crímenes contra la Humanidad? ¿Qué número de muertos, palestinos o no, habrá que poner sobre la mesa para que de una vez por todas, quien tenga que tomarla, tome una decisión ejemplarizante?
Siento rabia.
1 de junio de 2010
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