Quien dejó escrito “los gobiernos son oficinas de negocios” no erró ciertamente.
Cuando el ministro Moratinos, en referencias al caso de Aminatu Haidar tiene el cinismo y el sarcasmo de sugerir que esta activista emplee otros medios de lucha que no pongan en peligro su vida, como si hubiera realmente otros, es simplemente una bofetada a Aminatu y a todo el pueblo saharaui y al Frente POLISARIO, que optó por escoger una lucha que no pusiera en peligro sus vidas ni las de nadie, declarando un alto el fuego en la guerra que mantenían con Marruecos, confiando en la buena mediación de Naciones Unidas, cuyas resoluciones sobre el Sahara occidental y el referéndum de autodeterminación, suponía un paso adelante. Pero que ni han sido forzadas por la comunidad internacional, ni por los sucesivos gobiernos de España, incluido éste, ni respetadas un solo momento por el rey de Marruecos que se ha pasado por el forro de su chilaba todas esas resoluciones y todos los intentos de acercamiento.
Su ambición anexionista le ha llevado a desoír cualquier palabra que le pueda acercar al reconocimiento de la diversidad en ese territorio llamado Sahara., Ahora, con la política de los hechos consumados que le caracteriza, y con el más absoluto de los desprecios hacia las resoluciones de Naciones Unidas (por cierto, no menos que Israel), considera que cualquiera que intenta que se reconozca la autonomía del Sahara Occidental no es más que un terrorista que atenta nada menos que contra la integridad territorial de Marruecos, declarada unilateralmente por el monarca alauita.
Así que el gobierno español, que desde hace treinta y cuatro años con la marcha verde dejó a su suerte (bastante mala por cierto) al pueblo saharaui, ni siquiera tuvo el valor de reconocer al frente POLISARIO, aunque verbalmente le daba apoyo de pura boquilla.
Los sucesivos gobiernos no han hecho sino echar tierra al asunto y dejar que sea sólo el pueblo de España –no sus gobiernos- quien haya prestado su apoyo moral y solidario al Frente POLISARIO y a los refugiados saharauis de Tinduf en Argelia.
La lucha de Aminatu, al más puro estilo Gandhiano es una forma no violenta de defender un derecho que se basa en la justicia y la razón.
La dictadura marroquí, pues no cabe señalarla de otro modo, ha acallado cualquier tipo de gesto solidario con los saharauis, bajo las amenazas que ya han sufrido tanto Aminatu como otros que han intentado luchar por el derecho de su pueblo de fomra pacífica: sabemos donde están: en la cárcel, y, como Aminatu, sin pasaporte ni marroquí ni saharaui, ni con el DNI español que muchos tuvieron pero que ha ido caducando con el paso del tiempo hasta hacer imposible generar un censo, necesario para llevar a cabo el referéndum.
Mientras tanto el gobierno español tiene muchos intereses que defender, menos los del pueblo saharaui: convenios pesqueros, acuerdos preferentes de exportación de productos de huerta en competencia desleal, pero que conviene a Marruecos y a las empresas importadoras de Europa; los intereses generados por la explotación de los fosfatos y otros negocios. Ponerse a mal con Marruecos trae malas consecuencias, ya han enseñado las orejas con la visita del Rey a las ciudades españolas limítrofes con Marruecos: Ceuta y Melilla.
Es verdad que cuando uno no quiere dos no se pelean, pero también que cuando uno no quiere dos no pueden ponerse de acuerdo. Y la testa coronada de Mohamed V es dura como las rocas del Atlas.
El ministro de exteriores marroquí afirmó: “Marruecos no se deja llevar por el chantaje”. Todos sabemos claramente que no, precisamente porque Marruecos practica el chantaje y ya amenazó con romper acuerdos con España en materia de seguridad e inmigración, si seguían las presiones. Y desde 1975 ha chantajeado al mundo y a Naciones Unidas con su política de los hechos consumados y de no importarle ni los derechos humanos ni el Derecho Internacional. Lo dicho, las resoluciones de Naciones Unidas son para Maruecos papel mojado.
Así es imposible dialogar o negociar nada.
Necesitaremos un milagro para que Aminatur escape de esta y este hecho no constituya una indigna victoria más de Marruecos contra las reivindicaciones del pueblo que defiende esta mujer sólo con el riesgo de su propia vida.
Si muere, se convertirá en poco tiempo, en un episodio más que pasa al olvido... Y vamos para 35 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario