martes, 24 de enero de 2017

Día escolar de la no violencia. A propósito de la muerte de Gandhi

“La noviolencia no puede oponerse a la violencia. Se opone al inhibicionismo, a la no-participación, significa una actitud activa y militante ante los acontecimientos sociales (Karsz). Arranco esta reflexión con estas palabras de Saúl Karsz, que en sus libros sobre el trabajo social ahonda en la metodología de la noviolencia de Gandhi. Pero lo más importante de la noviolencia es lo que supone de cambio personal para afrontar la realidad social que nos rodea. La no violencia no es pasividad y conformismo, la no violencia es una manera de lucha pacífica contra todo aquello que “violenta” al ser humano y que le daña en cualquiera de los aspectos de su dignidad. No son pocos los autores que han hecho suya aquella máxima de Edmund Burke, el gran político y primer crítico de la Revolución Francesa, que escribió: “lo único necesario para el triunfo del mal es que los buenos no hagan nada”; sin duda dijo una gran verdad. No son los malos lo que harán el mayor daño a la sociedad sino la pasividad de los buenos. De ese sentir era también Eistein quien escribió: El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad. Por eso la trasformación o la “reversión”, como gustan de decir los latinoamericanos, casi más propiamente, exige evidentemente un cambio total de la mentalidad, tan fuerte como el pensamiento de Jesús de Nazaret expresado en la llamada proclamación del monte que aparece en el evangelio de Mateo y cuya confrontación noviolenta con los resistentes al cambio le costó morir condenado en la cruz. No otro camino es el que propone Gandhi, que por lo demás era un admirador de Jesús y del que aprendió que no se pone fin a la violencia respondiendo con violencia a la violencia. Estoy convencido de que tanto los principio de Gandhi, como los de Jesús de Nazaret son perfectamente entendibles desde el punto de vista de la lógica, pero desde el punto de vista de nuestros prejuicios que, de alguna manera, conforman nuestra personalidad, tratamos de impedir dar entrada a actitudes que pueden chocar con nuestro modo de mirar la vida. Es verdad que, en cierto modo, todo es según el color del cristal con que se mira, y es evidente que todos tenemos unas “lentillas” que deforman o enfocan la realidad dependiendo de nuestros intereses, de nuestra formación, de nuestros prejuicios, de nuestros conceptos elaborados para que establezcan o “conformen” de una manera determinada nuestra manera de vivir, pensar y actuar. Todo el choque que como arquetipo se produce entre Jesús y el mundo religioso de los fariseos, escribas y peritos de la Ley, no es otro que el choque de una visión con otra visión incapaz de autocorregirse o cambiarse. Está claro que los principio universales que tanto Gandhi, como Jesús de Nazaret ofrecen como un camino nuevo, no son nada nuevo, y en cierto modo desde el origen de los tiempos, o al menos desde la Gran Transformación, los pensadores, filósofos, hombres de espíritu y místicos de todas las religiones han venido a proclamar de una u otra manera esos axiomas de la convivencia humana que la Revolución francesa resumió en su triple ideal: Libertad, igualdad, fraternidad, pero para TODOS, claro. Pero la libertad choca con el poder, la igualdad con el dinero (riqueza) y la fraternidad con las mil formas de egoísmo insolidario multiplicado por la consagración del derecho de propiedad de los bienes de producción sin ninguna hipoteca social. Después de la revolución, a mediados del siglo XX, e inspirada en algunos de su documentos bases se proclamó la Declaración Universal de los Derechos humanos, derechos que siguen limitados para proteger unos supuestos derechos superiores que se han atribuido a grupos sociales de poder, a los poderes financieros…. O que se han autoatribuido las dictaduras militares y los estados totalitarios. La soberbia destruye la igualdad, la envidia la pone en peligro, sobre la lujuria se monta uno de los más rentables negocios del mundo; en cuanto a la ira, desata la fabricación de armamentos (Otro de los más grandes negocios) para destruir, provocando una carrera hacia la multiplicación de la violencia en el mundo; de la gula, que aunque se puede producir lo suficiente para atender la necesidad de todos los habitantes de la tierra, una minoría destruye alimentos para mantener los precios o le sobra de todo y lo tira, mientras la gran mayoría pasa necesidad e incluso muere de hambre.(Pero esto también es consecuencia de la avaricia) Y por cierto, la avaricia es el deseo insaciable de poseerlo todo, de tenerlo todo, de ser el dueño de todo, aunque eso vaya tan absolutamente contra el principio de igualdad. Por último de la pereza, el ocio inútil, el dulce no hacer nada, nacen muchos males, el menor de los cuales no es la indiferencia y el desentenderse de todo lo que no sea uno mismo. La Noviolencia es un camino arduo, pero como afirma d’Ormesson, “habría que intentar comprender cómo la noviolencia puede ser al mismo tiempo el arma suprema de lucha y/o la suprema dignidad”. Educar en la no violencia empieza en el cole por acabar con el acoso escolar cambiando las actitudes de los niños inficionados ya por una sociedad deseducadora, y cuyos valores están lejos de ser los que necesitamos para inspirar el proceso de aprendizaje humano mediante el cual acabaremos con esas lacras que todos decimos que son destructivas. Siempre expresamos el deseo de que “no se vuelva a repetir” pero para eso hace falta educar con sensibilidad humana, con sentimientos humanos, con dignidad… y yo diría que esto es más importante que todos los saberes que muchas veces nos alejan de ser verdaderamente humanos.

martes, 3 de enero de 2017

JESÚS DE NAZARET

Para mucha gente si hablas de que crees en Dios, les parece un atavismo. Pero hoy creo que es una oportunidad para decir que lo mismo que hay gente que se fía de las enseñanzas de Buda o de otros seres humanos iluminados, otros confían en este Hombre llamado Jesús. Gandhi decía que ningún hindú debería morir sin haber escuchado las enseñanza de Jesús de Nazaret, y que lo consideraba un Maestro excepcional. Hoy se celebra la fiesta del nombre de Jesús (Igual a Josué y otros nombres parecidos de la Biblia). Es el nombre que según la narración de los evangelios de Mateo y Lucas se le dijo a su madre María que le impusieran. En otro lugar se dice que su nombre es Enmanuel que significa Dios con nosotros. Creo que ser seguidor de Jesús de Nazaret, un verdadero maestro de humanidad y proclamador de una buena noticia, la de que Dios es como un Padre; de la fraternidad universal, de que la dignidad del ser humano no está en el poder, ni en la riqueza, ni en la fama o el prestigio, que hay una Utopía en marcha, una evolución revolucionaria que extiende su primera mirada hacia los pobres y los últimos… y que esa “fuerza y esa energía” es el Espíritu que habita en nosotros…Que aquello que proclamaba del Reino de Dios, no es una nueva monarquía absoluta y sagrada, sino una semilla que guarda cada ser humano en el corazón y que crecerá como bondad, como amor, como espíritu de servicio, como profunda y auténtica humildad.. Que intentar ser seguidor de Jesús, nos hará más humanos, más dignos, más fraternos, más solidarios. Probablemente nos queda demasiado por descubrir cuando abramos, sin prejuicios, los libros de los evangelios y descubramos a aquel que nos invitó a descubrir en él la fuerza transformadora que necesita nuestro planeta y sobre todo el cambio radical, la reversión y la conversión de la antroposfera. Volver a re-conocer a Jesús de Nazaret, tantas veces des-figurado, puede ser un excelente propósito para este año en este tercer día en que hacemos memoria de que, coincidiendo con el rito judío de la circuncisión, se le impuso a aquel Niño el “Nombre sobre todo nombre” como escribe Pablo de Tarso.