martes, 22 de marzo de 2011

De la necesaria innecesariedad de las guerras


Otra vez una guerra. Otra vez un montaje delicadamente estudiado para resolver a cañonazos, lo que no se ha sabido o querido resolver preventivamente.
Cuánto rendez vous a Gadafi cuando ha interesado a los mismos que ahora le han convertido de la noche a la mañana en el dictador que todos sabíamos que era.
Todos sabíamos que Libia no gozaba de libertad, de democracia ni de una mínima igualdad desde hace ya mucho tiempo. Todos éramos conscientes de la personalidad paranoica, patética y psicópata del personaje que llevaba su jaima a cuestas como un hotel portátil.
Todos. Absolutamente todos los que “le perdonaron la vida” o los que llegaron a vender su dignidad por un barril de petróleo. (lo del plato de lentejas no merecía la pena), conocían perfectamente que este personaje era un personaje de “armas tomar”, y claro a la primera que los de su pueblo le han llevado la contraria, ha tomada las armas y ha saltado para arrasar a todo enemigo que o es extranjero, o es de Al-Caida o es un infiltrado inconsciente de la grandeza de este revolucionario de pacotilla, quien, como otros tantos de su misma calaña, tiene la mayor parte de su poder en los bancos suizos o en paraísos fiscales, mientras el pueblo recoge la migajas de la inmensa riqueza que el petróleo proporciona no al país, sino a la familia y allegados del payaso.
Es verdad que ante lo de Bosnia y toda la persecución, (que alcanzó la categoría de persecución étnica y genocidio) los países fueron tan permisivos que la situación se hizo insostenible hasta que hubo una reacción tardía para detener la sangrienta mano de Slobodan Milosevic. Pero los efectos de aquella “dejación” por parte de la comunidad internacional, fue 250.000 muertos y más de 2 millones de refugiados.
Hemos tenido la suerte de que en Túnez y Egipto las cosas hayan salido bien para la revolución popular contra los dictadores, pero antes de este acontecimiento nadie había levantado la voz por estos pueblos, porque teníamos muy bien “considerados” a sus dirigentes por puros intereses económicos y geoestratégicos. Lo mismo que llevamos pasando la mano por el hombro a nuestro vecino de Marruecos, con unas concesiones insufribles, porque ciertos intereses siguen siendo fundamentales, aunque lo sean en perjuicio de los pueblos. En este caso, su reyezuelo acumula riqueza para saldar sobradamente la deuda de su país y para enterrar en dólares a los habitantes de su territorio.
Son estos preámbulos los que llevan a tener que tomar la vía de la violencia. Pero ¿todavía creemos que destruyendo, masacrando, eliminando o derribando infraestructuras fundamentales estamos ayudando a alguien?
El ser humano debe utilizar su inteligencia y sus enormes facultades de ingenio y pensamiento para encontrar salidas a las situaciones; en primer lugar para no buscar resolverlas con la guerra y en segundo lugar para trabajar más en serio cuando todavía las cosas no se han agravado y puedan ser resueltas, aunque sea muy difícil hacerlo dialogando con la sordera de un psicópata. Pero los psicópatas y los dictadores paranoicos, no nacen, se hacen y son en parte el producto de nuestra propia indiferencia o de nuestros propios intereses.

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