lunes, 26 de diciembre de 2016
¿Eres tú el que ha de venir no esperamos a otro?
La espera de un Mesías es una constante en la historia de los pueblos y de los seres humanos. La búsqueda de un líder liberador que recupera un nuevo orden en que se viva en la paz y la justicia, es un sueño permanente de la Humanidad. Nos parece que en cada momento de la historia tendría que aparecer alguien extraordinario y espectacular que de un manotazo cambie las cosas y ponga a la humanidad en camino hacia el paraíso perdido.
En estos días del pasado adviento se ha leído aquel pasaje en que Juan Bautista, desde la cárcel manda a unos discípulos a preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?” Está claro que es muy difícil de entender este modelo de mesías, de salvador, porque ¿Qué puede hacer alguien como este Jesús, pobre, sin un currículum prestigioso, sin carrera, sin armas, sin ejércitos, sin poder, que vive entre la gente pobre, que se acerca a los leprosos, a los marginados a los excluidos; (llamémosles por sus propios nombres: prostitutas, travestis, mendigos, sin techo, parados, homosexuales estigmatizados, desahuciados, discapacitados, dependientes, etc. etc.)?
La respuesta de Jesús es una respuesta que no nos acabamos de creer: Esto es lo que hay.
No una guerra abierta contra el poder, sino una lucha cuerpo a cuerpo contra el mal que amenaza a los humanos: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los mudos hablan y a los pobres se les anuncia la esperanza.
Y lo que hay detrás de esa respuesta es ternura, amor, afecto, misericordia, compasión empatía, espíritu de servicio, entrega, donación… y todo ello surgiendo de una fuerza interior que llena el corazón de la persona. El evangelio lo expresa con imágenes muy significativas: “el Espíritu de Dios está sobre mí”, “lleno del Espíritu Santo”, “movido por entrañas de misericordia”, “compadecido porque estaban como ovejas sin pastor”…
Cuando se insiste tanto en el cambio del corazón, en la llamada “conversión” o “cambio de mente, (metanoia en griego), es precisamente porque lo que propone el evangelio es una nueva forma de entender de vida y las relaciones humanas. Lamentablemente, y sin solución de continuidad, la humanidad se ha apoyado en las tres tentaciones rechazadas por Jesús en el desierto: el poder, el dinero, el prestigio. Hoy la humanidad ha naufragado, como repite el Papa y como apunta Bernardo Pérez-Andreo; el capitalismo así, sin atenuantes ni eufemismos, ha conducido a la humanidad a un naufragio y ahora flotamos inseguros y amenazados sobre las tablas que han quedado de ese naufragio. En este naufragio el arca de Noé ha recogido no a todos los animales en peligro de extinción, sino a todos los dueños del dinero y del poder que ellos sí, se ponen siempre a salvo. Pero ¿están realmente a salvo?
No hay otra manera de salvar al mundo que mediante este cambio de paradigma que se basa en los valores básicos de Evangelio de Jesús… si queremos podemos llamarlo Humanismo o si se prefiere Humanidad. Porque no otra cosa supone este primer momento cósmico de la Navidad sino que Dios ha escogido la debilidad, la sencillez, la humildad, el amor, en definitiva, como arma de trasformación. Integrarse en ese ámbito profundo que Dios ha compartido haciéndose humano en Jesús de Nazaret es la clave de todo. Desde ese momento Dios sólo actúa a través de “espíritu humano”: llora por nuestros ojos, acaricia con nuestras manos, se encamina con nuestros pasos, ama con nuestro corazón, Él está aquí, en cada ser humano realizando su tarea salvadora. No hay futuro sin la acción humana, de ahí la enorme responsabilidad que tenemos que asumir por las consecuencias de nuestras acciones sobre los demás y sobre el propio planeta, que nos acoge como en una casa grande donde “todavía” sí es posible la vida.
Entonces, ¿hay motivos para felicitar la Navidad?
Claro, porque cuanta más multitud de humanos se sume a esa causa, se incorpore a ese camino, tome conciencia de que la salvación viene desde abajo, y acepte que Dios no es el todopoderoso que manipula el universo, sino la fuerza y el espíritu que actúa en el corazón humano, para hacer nuevas todas las cosas desde la pequeñez, como toda forma de vida, no será viable el Reino del que hablaba Jesús. Pero, -como apunta Pérez Andreo- “El Reino de este mundo ha anulado la Navidad para que exprese sus valores: consumo, lujo y poder. Es, lo que bien podríamos llamar, el escándalo de la Navidad. De un lado, es un escándalo que se utilice para legitimar el desorden mundial establecido, de otro, la Navidad es, en sí misma, el escándalo de un Dios hecho un bebé. En el primer caso tenemos el escándalo como riesgo, en el segundo como oportunidad”.
En conclusión, como dijo en un poema León Felipe: Él vino, nos dejó unas herramientas, nos puso una tarea y se fue. Ahora el futuro es nuestro… Y por supuesto podemos alimentar nuestro espíritu y hacer que se acreciente nuestro dinamismo interior conectándonos a la Fuente de Vida que de mil maneras está a nuestro alcance.
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