martes, 25 de agosto de 2009

Et habitavit in nobis

Es difícil escapar a la tentación de hacer Cristología, pensamiento razonable, para deshacer las incógnitas, romper con las incoherencias, evitar el pietismo de los superlativos y dejar pintado el retrato justo del Jesús que yo veo.
Cada vez lo objetivo menos, lo miro fuera de mí o le hablo como a un segundo interlocutor.
Creo que he dejado de orarle y adorarle para sólo sentirlo, (de algún modo y lleno de modestia, porque sólo es una metáfora) como una “segunda naturaleza” que está en lucha por ser sólo una.

Jesús, el Cristo:
Estás ahí y aquí.-
Como en mí
Y como imagen de ti
En el otro y los otros.

Yo ya no te oro,
Siempre parece invadirme tu ser,
Tu imagen, tu fuerza, tu palabra
Para descubrir mi pobreza;
Para amplificar con tus dimensiones
La modesta dimensión
De mis pequeños pasos.

Es una irrupción
Una invasión de Ti
Que moldea mi mirada
Y resquebraja
Las fronteras de mi corazón,
(encerrado tantas veces
en querer gozarte,
en poseerte, dominarte,
tenerte, conocerte, sentirte
y alcanzar certezas definitivas)
Te siento como vida en mi vivir diario.
Te siento camino
Cuando proyecto actos.
Te siento en mis dudas
Como verdad imprecisa.
Y También como luz
Que alumbra pensamientos.
Siento que trabajas en mí
Que transfiguras en fuego
El leve fósforo
Que enciendo con apuros.
Que tu Viento y tu Ruaj,
Tu Dínamis, tu Fuerza
Me impulsan (sin a veces saberlo)
A vivir de otro modo,
A lanzarme sin miedo,
A decir tu palabra
O a cantar como Francisco,
El Buenagente
A todas las criaturas
Un canto al menos
O un compás de espera…
Y esperanza.

Sé que no me gusta
esa imagen meliflua
del corazón Sagrado;
pero sé que es tu Corazón
el que vibra en la ternura,
en el perdón,
en la bondad sencilla,
en la misericordia,
en la comprensión
y la solidaridad
que brota en mí
sin forzar mi propio corazón.

No sé expresarlo sino así,
Con mis pobres palabras,
Con mis versos simplones;
Y decirlo como una emanación
Del Logos, el Verbo, la Palabra
Y el Proyecto que me habita
Porque seguramente,
En un descuido,
Encontró abiertas mis puertas y ventanas
Y ha venido a hacer aquí,
Sin yo saberlo ni cobrarle pensión
Su modesta morada.
Et habitavit in nobis.

No sé desde cuándo está ahí,
No sé si a veces,
Deja sola mi casa
Y entonces vuelvo a preguntarme
Por su ausencia.

Ya sé –sin serle fiel-
Que se ha convertido
En mi Roca, mi Baluarte,
Mi firme muralla,
Mi cimiento;
que está tan en mí como yo mismo
…Y no le veo, no lo encuentro;
pero ¿qué otro guía sino él
orienta mi camino?
¿Qué referente y qué horizonte
me impulsa a dar los pasos?
¿Qué modelo, qué arquitecto
y qué escultor me habita
que trata de modelar en mí su imagen?

Y siento que todo esto es tan real
Como vivido en esperanza;
Porque ya es
Y todavía no está
Definitivo.

Y a veces
En la imprecisa noche
En que ni siquiera alumbran las estrellas
te grito como Juan:
¿Adónde te escondiste Amado
y me dejaste con gemido?
Salí tras ti clamando
Y eras ido.
Aun así,
siento que no me quedo
En esa soledad sonora,
Porque escucho dentro,
Casi imperceptible
Y dolorosamente
La música suave
de tu escondida voz
y tu oculta presencia.

Anotado en los Ejercicios espirituales de San Calixto de septiembre de 2008

1 comentario:

  1. el título de este artículo debe ser Et habitavit in nobis. LO corregiré más adelante.

    ResponderEliminar