jueves, 30 de diciembre de 2010

Desahucios, desvergüenza e injusticia.



Lo sabemos, aunque no siempre se le da la publicidad en los medios, que la “justicia” (con minúscula y entre comillas) practica los desahucios por las denuncias presentadas por los insaciables bancos o cajas de ahorro, usando, eso sí, las caras de policías locales, policía judicial u oficiales subalternos de los juzgados para su ejecución.
Estamos en un país democrático y en un estado de derecho y todavía estas situaciones no tienen una salida justa, digna, respetuosa y humana.
Acaban de exponer en los telediarios de Canal Sur que una familia se ha librado a última hora del desahucio gracias a que un donante anónimo ha puesto los mil euros que le faltaban por pagar al Banco.
Alguien que tenga vergüenza me puede decir si una entidad bancaria o el estado subsidiariamente, no puede buscar recursos y medios legales para evitar este atropello a familias que generalmente no tienen posibilidad de buscar medios para saldar en un momento determinado su deuda con las entidades financieras; que, por cierto, a día de hoy son las privilegiadas de la crisis, mientras les estamos pagando sus juegos financieros de alto riesgo, con subidas de IVA, con impuestos indirectos y con los recortes sociales?... Es decir: todo a costa de las clases medias bajas.
No entenderé nunca esta medida del desahucio. Otra familia, también a fin de año ha podido reunir, gracias a donativos de vecinos, amigos y familiares los 4.000 euros sin los cuales iban a ser arrojado de su casa a la puta calle.
A mi me gustaría ver al propio juez que dicta la sentencia ir en persona a ejecutarla. A mí me gustaría que fuera el ministro de justicia, o el presidente del gobierno, o el director del banco que les concedió la hipoteca haciendo trampas, y que se vieran las caras con las victimas de sus decisiones, de sus leyes y de sus trapicheos… Y me gustaría que si tienen dos dedos de frente, se les cayera la cara de vergüenza de ir a despojar a una familia de un bien adquirido con dolor, sufrimiento y trabajo y que se les arrebata, cuando sólo les queda por pagar una verdadera miseria.
A esto hay que encontrarle una solución. Una vez más digo que sumnum ius, summa injuria. La exigencia legal sin misericordia no es justicia, es un atropello, y para la sociedad que lo tiene que aceptar, una prueba de debilidad y una vergüenza.

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