jueves, 1 de mayo de 2014
Es es un país de bomba de mecha
“Pero en un país como este en cualquier momento se enciende la mecha, es un país de bomba de mecha… Me da igual que los amos sean del PP, del PSOE, de IU o de Convergencia, me da la impresión de que hay una irresponsabilidad gigantesca. Y no veo cómo se puede resolver”
Estas palabras del periodista Félix de Azúa, en una entrevista realizada por Juan Cruz (EPS 5-1-2014) dan idea de hasta qué punto se va consumiendo poco a poco una mecha que al parecer es bien larga, porque, a pesar de la rapidez con que suele arder la pólvora todavía no ha alcanzado el fuego de la mecha al explosivo.
Todo el mundo se teme un estallido social; todo el mundo piensa que esto está a punto de reventar. Y no faltan razones para pensar en ello. El número de parados se rebaja de forma ridícula respecto del grueso de los seis millones de personas sin empleo. La desaparición de autónomos y pequeños empresarios constituye un goteo continuo que poco a poco deshace el empeño y la iniciativa de personas que tuvieron el valor de emprender la aventura de la innovación y se propusieron a sí mismos no vivir a cargo del porsupuesto sino aportar algo positivo a la tesorería y a la agencia tributaria. Pero ahora el mismo sistema que los impulsó a ese sacrificio y a esa aventura, constituye su ruina. La tesorería y la Agencia tributaria se han convertido en sus verdugos más temibles, exigiéndoles, como los viejos señores feudales, que paguen hasta el último céntimo aunque la crisis les haya arrastrado a la peor de las ruinas. Y los bancos no han hecho menos en el caso de desahuciar y embargar bienes, dejando en la mayor de las miserias a quienes contribuyeron un día a que este país progresara y creciera y a que los propios bancos tuvieran la oportunidad de pagar escandalosamente a sus gestores y consejeros con nuestro dinero hasta lograr llevar a los bancos a la ruina, que luego hemos remediado con recursos que salieron y seguirán saliendo de nuestros bolsillos
Pero hay más razones. Aquellos que con nuestro voto ascendieron a unos puestos de gestión y responsabilidad no sólo nos han desengañado, sino que nos han robado, han defraudado a la Hacienda pública, se han llevado dinero a los paraísos fiscales, mientras los que hoy dirigen el país no tienen otro sitio de donde sacar dinero para la deuda que metiendo la mano en los bolsillos de los que andan apurados para llegar a fin de mes. Todos los que nos han gobernado en los últimos años nos han desgobernado obedeciendo las directrices de los poderes financieros y de las grandes corporaciones internacionales. Y además haciendo una política económica en busca de la competitividad que ha destruido todos los logros que nos hicieron sentirnos dignificados como personas y como ciudadanos. La pobreza ha cubierto ya más de la cuarta parte de la población y los ricos y los bancos arruinados están alcanzando poco a poco las mayores cimas de riqueza que hubieran soñado, gracias al expolio llevado a cabo sobre la clase trabajadora, Pero para que todo esto no reviente del todo, se alarga una y otra vez la mecha de la bomba con limosnas, caridad y una interesada solidaridad que detiene sólo temporalmente el avance de un levantamiento, de una explosión, esperemos que no violenta, para la que no somos capaces de unirnos, para lograr que sea el trabajo el que nos devuelva la dignidad perdida, porque el desempleo –pereciera que pretendido- lo único que hace es mantener al pueblo en una subordinación y un sometimiento obediente, aunque sea vendiendo su dignidad, como ya he apuntado otras veces, “por un plato de lentejas”.
Y Antonio Muñoz Molina advierte en su reciente libro TODO LO QUE ERA SÓLIDO: “Hace falta una serena rebelión cívica(…) hay cosas inaplazables”
22.enero 2014
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