viernes, 14 de octubre de 2016
Llegar a San Calixto
Otra vez al silencio. Otra vez a la soledad. Otra vez a meditar, a pensar, a reflexionar. Otra vez a colocarse vacío y pobre, débil y leproso ante Aquel que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a todos.
Otra vez a recorrer los mismos pasos, a plantearse las mismas interrogantes, a quedarse mundo ante el infinito contraste entre este yo y ese Tú inconmensurable.
Otra vez a recargar de su espíritu las baterías que han perdido energía y voltaje, que ahora, de nuevo dan una luz más apagada y mortecina.
Otra vez a mirarte cara a cara, a escuchar en silencio tu mensaje de vida, a contemplarte en los caminos, tan lejos de los templos, acercándote a todos los marginados de la tierra que pisabas; otra vez a aprender de ti aquello mismo que el tiempo va enfriando.
Otra vez a mirarte resuelto a darlo todo a dejar tu vida como señal de amor supremo. Otra vez a asumir coherente tu misión, hasta cargar con la cruz del condenado.
Otra vez a despertar la luz, la alegría y la esperanza al ver que el Padre te arranca de la muerte para convertirte en el Cristo esperado, que culmina el camino, hecho ya el punto omega de todo los que asciende, de todo lo que converge, de todo lo que humaniza y diviniza al hombre y a mí mismo.
Otra vez a encontrarte camino de Emaús en los momentos de las desilusiones, para escuchar de nuevo tu palabra que llena el corazón y despierta las lágrimas.
Otra vez a conocerte como cada año en el partir el pan y otra vez regresar para seguir haciendo pobremente de testigo de la alegría del Evangelio, de la luz y la esperanza del Evangelio.
Otra vez aquí para escucharte proclamar las bienaventuranzas y todo entero tu sermón del monte.
Otra vez aquí para perder mis miedos y retomar la parresia.
Una vez más ahondar en este Jesús que rasgó el velo que nos ocultaba la divinidad para buscar en él un rostro humano y dar sentido a toda vida llamada al desprendimiento y la generosidad, a la entrega, al amor desinteresado, a la donación de la vida en una única forma de sacrificio vinculado a Jesús dándose en la Eucaristía, prefigurando el don gratuito de su vida como signo de perdón y reconciliación.
Otra vez aquí para escuchar de nuevo ven y sígueme, dichosos los pobres y los pacíficos y los misericordiosos y los limpios de corazón y los que luchan por la justicia.
Otra vez aquí para recordad tus palabras “los que lo dejen todo por mí, recibirán el ciento por uno y una vida enteramente nueva.
Otra vez aquí para lo mismo, para remover la savia congelada, para romper con el silencio la ruidosa rutina de los días; para restaurar la casa desconchada y llena de polvo en sus rincones.
Otra vez aquí para deshollinar la chimenea, para podar las ramas y los sarmientos secos, para injertarnos de nuevo en el troncón originario de la Vid con mayúscula; para borrar de la memoria los archivos inútiles, para reconstruir los fragmentos dispersos, para reiniciar el desordenado almacén de este pecé (PC) ya viejo, cargado de morralla y acaso también de malévolos virus.
Aquí estoy, Jesús y aquí estoy, compañeros, para hacer juntos estos días de camino y encontrarnos, de nuevo, buscadores, viatores, caminantes, con las mismas flaquezas de siempre y el mismo corazón abierto del Maestro..
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