viernes, 30 de septiembre de 2011
HAMBRUNA
¿Qué nos cabe hacer?
Protestar, escribir, quejarnos de nuestros gobiernos, manifestarnos, gritar, dejar en evidencia las contradicciones sociales. Convertirnos a la no-violencia o enrolarnos en el terrorismo…
Estamos muy cómodos aquí, con nuestros recursos, con nuestra escasez, si se quiere; con nuestra comida de cada día, con nuestras ropas y nuestros trapitos, con nuestras cervecitas y nuestras preocupaciones por la línea y el cuidado exterior de nuestro cuerpecito saleroso. Estamos protestando por todo lo que nos falta, por todo lo que nos sobra, por los malos servicios, por la crisis…
Pero ¿Qué crisis? Por favor. Sí, ya sabemos que hay gente extremadamente mal. Pero ¿carencias de todo?, ¿faltos de todo?, ¿necesitados de agua, de pan, de calzado, de cobijo, de apoyo, de ayuda, de servicios sanitarios, de agua potable, de un lecho y un techo…?
Es verdad que debemos defender los derechos adquiridos, pero ¿dónde queda el deber de la solidaridad, de la generosidad…?
¿Alguien ha pensado sacrificar las vacaciones para echar una mano a los que no puede ni siquiera vivir?
Incluso quienes han estado dispuestos a sacrificar un buen dinero para asistir a las jornadas de la juventud, ¿están dispuestos a echar una miradita a ese otro lado donde está todavía vivo Cristo pero a punto de morir, como el herido en el camino de Jericó, ante el que tantos pasaron de largo?
Todos somos responsables.
Por eso no sólo debemos gritar y denunciar a Naciones unidas a los gobiernos donantes que no han sido capaces de reunir ni la décima parte de lo que se necesita para evitar la muerte de centenares de miles de personas, sino también descubrir nuestro autoengaño de quienes nos hacemos los sordos que no quieren oír o cuando pasamos ante los hambrientos como si no los hubiéramos visto.
La ventana, que a través de la Televisión se nos abre al mundo, es por desgracia una ventana que podemos abrir y cerrar para no ver sino aquello que nos proporciona sensaciones de bienestar, jolgorio o satisfacción.
La ventana de la Tele se nos queda demasiado chica y es muy fácil de cerrar… porque nos molesta tener un mundo tan devastador y criminal que no se rige por otro criterio que el beneficio, el dinero y la rentabilidad… y de ese criterio participamos, de alguna manera, todos. No nos creamos inocentes de este dolor inmenso. Tampoco es cosa de que aplaquemos sin más nuestra conciencia entregando una limosna. Es cuestión de conciencia y de consciencia, o sea de ser plenamente conscientes de cómo funcionan las cosas en nuestro planeta para trabajar a favor de otro mundo mejor posible;: posible aunque difícil y complejo. Posible, pero sobre todo necesario.
Lo último –como en el caso de la parábola del evangelio- es pasar de largo, lo importante es que se nos conmuevan las entrañas y no miremos para otro lado, acercándonos de alguna manera a quienes yacen junto al camino esperando la compasión la justicia y la misericordia.
29.agosto 2011.
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