sábado, 22 de noviembre de 2014
Adviento: Ven, ven, Señor, no tardes, ven, ven que te esperamos.
Recuerdo en estos días aquella canción de Cesáreo Gabaráin, porque espera, esperanza, venida, llegada, son palabra muy relacionadas, que se hacen presente en este tiempo de adviento prenavideño
Sería bueno, a estas alturas de los tiempos desmitificar el espacio: el cielo, el infierno, el abismo, desmitificar incluso el concepto de que Dios se mueve, de que Dios sube o baja., de que Dios va y viene
Es posible, como he apuntado en mi primer artículo sobre los cimientos de la fe, que nunca lleguemos a entender lo que significa esa palabra tan socorrida y tan abusivamente utilizada “Dios”. La “aparición” de Dios en medio de nosotros mediante un proceso tan “humano” como la gestación en el seno de una mujer (virgen) y tan delicado como un parto, más que un acto de movimiento de arriba abajo, que también es muy significativamente mítico, pero absolutamente válido, es una epifanía, una manifestación, un emerger lo que ya estaba “encerrado” en el universo, como fuerza, como luz, como energía, como amor.
No estamos a la espera de una nueva llegada de Dios. Simplemente rememoramos, recordamos el comienzo, mítico si se quiere, pero totalmente clarificador desde el punto de vista de la fe, de cómo Dios se revela, destruyendo todos los otros mitos a los que nos aferramos a veces por “tener claro” lo que en este fenómeno significa.
Fenómeno procede del griego (faino). Es sorprendente consultar el diccionario griego para comprobar la enorme riqueza semántica, y significativa. Así, a bote pronto, significa, lo que está patente, lo que está a la vista, pero significa también portento, prodigio o maravilla, manifestación, iluminación… Dios, tal como aparece en el mundo una flor, partiendo de un brote de la rama; primero es una cápsula que mediante los sépalos oculta lo que va creciendo dentro del óvulo; tal como un útero materno donde día a día se desarrolla el maravilloso proceso de la gestación de un ser humano. Llega un momento en que se abren los sépalos que ocultan la flor y surge paulatinamente en toda su belleza. También Dios se ha dejado ver cuando, llegada la madurez, es dado a luz, y en este caso no solamente consideramos que viene a la luz y que es iluminado, sino que nos llega de alguna manera la Luz, la primigenia luz creada por la palabra desde el principio. No hay un pasaje más bello y significativo de lo que es este adviento, esta llegada o de lo que esta afloración significa, como la descripción del prólogo del Evangelio de San Juan, pura teología primigenia. Y probablemente en paralelo con este pasaje de Juan encontremos en la carta a los Hebreos otra clarificación no menos sugerente, para entender el tiempo pasado y el valor que adquiere lo profundamente humano en relación a la “llegada”, “aparición”, manifestación del dios desconocido que se da a conocer.
El primer pasaje (Juan, 1, 1 y sig.), comienza con el principio. Al principio existía la palabra, el Logos; el Proyecto de Dios, se ha ido preparando a lo largo de los siglos, para ponerse de manifiesto en un momento preciso de la Historia (la cumbre del tiempo eje, siguiendo la teoría de Karl Jaspers). Y la Palabra se hizo debilidad, (se hizo carne) se encarnó, apareció como hombre y “puso su tienda” (de campaña) entre nosotros, porque somos todavía nómadas, caminantes, y buscadores.
El segundo pasaje de Hebreos, véase cap.1, versículos 1 y 2, describe que ha pasado el tiempo de los patriarcas y los profetas del Antiguo Testamento porque Dios, “en persona” nos habla ahora.
Conclusión por hoy. El Dios que llena el universo está dentro de cada uno y se muestra en la debilidad de los humanos y en los humanos más débiles. Ahora, como decía en el anterior artículo, se ha abierto un nuevo tiempo para “buscar a Dios”. Solamente nos falta abrir los ojos a la realidad de nuestra tierra; hace mucho tiempo que Él esta aquí. Y cierro esta columna con otra canción, esta vez de M. Manzano. “Con vosotros está y no le conocéis…” Es estupendo sentirla y cantarla en Adviento y en Navidad.
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