domingo, 5 de agosto de 2012

En defensa de la dimensión humana de lo accesible

A veces pienso que hemos montado un tinglado demasiado complicado con esto de las religiones, de manera que, sin apartarme de una fe simple, estoy casi seguro de que el hombre (el ser humano) ha ido “creando” a sus dioses a partir de reflexiones muy elementales, y dioses tales que sirven para resolver al menos interiormente sus interrogantes, su sufrimientos, sus luchas, sus tragedias cotidianas y hasta la muerte misma.. Creo que a Dios, esa hipótesis existencialmente necesaria, le demos el nombre que le demos, es, en principio, ese infinito potencial de Energía y Vida que fluye en una creación interactuante, mediante un largo proceso de complejificación de la estructura de la materia, que va desarrollando pequeños materiales de vida que se atraen, se hacen cada vez más complejos y se muestran en multiplicidad de formas y estructuras de vida, que –a su vez- se preparan para convertirse en materia inteligente, ya sea que esta capacidad reflexiva e introspectiva haya brotado como culmen del proceso mismo de enriquecimiento molecular, o que este proceso no haya sido si no la base y la estructura necesaria para recibir un especial impulso desde el centro mismo de la Fuente de Energía de la que todo parte. Esta nueva manera de ver y sentir inteligente: (leer dentro e interiorizar la lectura exterior de los sentidos) se va asumiendo paulatinamente como una maravilla nueva y distinta de todo lo demás. Este ser inteligente, sensiente, semoviente e indagador, crece en grupo como los demás mamíferos y primates y sus preguntas pueden ser sencillas: ¿Cómo es que existe o pre-existe esta maravilla de creación, de mundo, de sol, luna cielos, lluvias, vegetales, animales… y cómo es que existo yo? ¿Qué fuerza, poder o realidad subyace a esta compleja obra de arte viva y permanente…? ¿Y cómo ha podido llegar a ser sino con el concurso de una voluntad o una energía que lo dirige desde dentro? Y ¿quién o qué es? ¿Cómo puedo saberlo, descubrirlo o imaginarlo? Cómo esa energía emerge de tan diversas formas, hasta ser considerada cada una de ellas un “dios”, es decir un ser superioor que la suscita: Así el viento, el sol, la luz, el mar, la lluvia, el misterio del crecimiento de las plantas, el fluir del agua, los bosques inmensos e impenetrables. Y el ser humano se experimenta a sí mismo con un “alma” con un soplo interior y en consecuencia todo lo que existe y vive tiene un “alma” y demiurgo… y los dioses fluyen solamente allí donde hay seres humanos que los piensan, los imaginan, los sueñan. El hombre, Intus-legente, penetra en el hondón o en el pozo de su conciencia hasta descubrir que, de alguna manera, aquello que el piensa que le transciende y/o que efectivamente le trasciende, sólo puede entrar en comunión con él y el con Ello a través de ese ahondar en el propio ser. En consecuencia Dios no es algo de lo que existe, si no algo que subsiste y subyace a todo y que sólo puede comunicarse a través de la línea inteligente de lo que él mismo creó e impulsó. Por eso “revelación” no puede ser sino el hombre y Dios conectados desde el pozo interior, tratando de entenderse y sugerirse. Por eso incluso toda acción divina no es posible –salvo el proceso natural que es pro-vidente –sin el concurso de este ser inteligente convertido en instrumentote o en cauce del agua inagotable de aquella Fuente Primera. Al final los actos humanos-humanos son la expresión humana del Dios perdón, misericordia, compasión, amor, bendición, empatía. Y se pone de manifiesto a través del hombre (ser humano), la persona que compadece, ama, bendice, empatiza, es solidario, desprende paz, etc. La maldad humana no es sino la desconexión, la ruptura con ese fondo humano-divino que nos llena y haberlo dejado invadir por unas realidades que destrozan, deshumanizan y destruyen la armonía. San Calixto. Septiembre 2011

1 comentario:

  1. Interesante la última parte de este reflexivo artículo tuyo, Paco. Pero el postulado de la Creación azarosa y la evolución complejista de la vida inteligente por una mera energía pasiva, o por partículas que se atraen sin más, queda muy atrás incluso en los principios físicos universales enunciados el siglo pasado. Indudablemente, la ciencia, la observación y la reflexión del porqué de los acontecimientos -tanto microscópicos como macroscópicos- de la naturaleza también llevan a la fe, y no me refiero a la fe en una energía armonizadora del entorno circunscrito al individuo humano.
    Saludos.

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