martes, 27 de octubre de 2009

Lefevrianos, anglicanos conservadores y católicos ultraortodoxos

De aquí a poco, por el camino que van las cosas: la condena de teólogos, hermeneutas y pensadores católicos, -hace poco hemos sabido también de la defenestración de un jesuita en Japón, eminente especialista en bioética- con acusaciones del Santo oficio; mientras, se busca ser condescendiente con ultraconservadores y ultramontanos y ultraortodoxos, cuyas desviaciones sin duda van a ser perdonadas por el cariz que van tomando los acontecimientos (si bien la perfecta “reconciliación” está pendiente de algunas conversaciones y diálogo con los lefevrianos). El caso de los anglicanos, parece presentarse con el mismo talante de reconciliación con tal de que se esté a favor incondicionalmente y como sea de la doctrina mantenida a capa y espada por Roma.
La imposible humildad, por la soberbia conciencia de estar en posesión de la única verdad, provoca que cada vez más los cristianos católicos nos sintamos más y más lejos. Ya se nos ha echado la cruz y el buen pastor no va a venir a buscarnos como ovejas perdidas. Nos espera en casa, ¡siempre el padre del hijo pródigo!, para que volvamos arrepentidos, nos hinquemos de rodillas, y digamos al menos de boquilla – como Galileo- que estamos equivocados.
Parece que se quiere volver atrás al período anterior al Vaticano II; esperemos que no se resuciten aquellos anatemas del controvertido Syllabus de mediados de XIX, en el que tantas condenas y ambigüedades se incluyeron para desorientación y decepción de muchos creyentes. Precisamente entre los anatemas del Syllabus se condena el no-sometimiento de la inteligencia al magisterio de la Iglesia. Es más, se condena la libertad de culto, pensamiento, imprenta y conciencia. Me temo que las jerarquías van por ese camino. Pero razón y libertad seguirán siendo el don más grande que ha sido dado a los humanos por el Creador.
27.octubre.2009

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