martes, 13 de octubre de 2009

Vocación

Probablemente esta palabra, que ha sido utilizada muy particularmente por la Iglesia, es una palabra que tiene un sentido mucho más universal que la “tendencia a comprometerse con una forma específica de servicio eclesiástico”
Se ha hablado de determinadas profesiones, carreras o trabajos que “implican” una especial vocación, es decir una especial inclinación, amor a la tarea y actitud profunda y convencida de aquello en lo que se trabaja y para lo que se trabaja.

Voy a intentar, no tanto descontextualizar la vocación religiosa cuanto a enmarcarla en un contexto más universal y comprensible.

Vocación es llamada, pero de algo que te llama, que te convoca, que te atrae, que te hipnotiza, o como diría el profeta, algo o alguien que te seduce.

Notables biografías de personas interesantes están marcadas por esta seducción del arte, de las letras, de la entrega incondicional al prójimo, de la música… Y muchas de ellas lo han sido gracias al ejemplo materno-paterno, (médicos, investigadores, músicos…) a un entorno enamorado de la música, la danza, el estudio de la estrellas o en interés por la arqueología, la historia, la escultura.

En fin, no hay vocación más que la que crece y se descubre dentro de la comunidad, sea familiar, laboral, eclesial, artística. No hay vocación si no se ha despertado una luz, si no existe un modelo, si no se ha conmovido el interior gracias a la vivencia generosa, vital y de entrega de aquellos entre quienes crecemos y vivimos.

En la concurrencia de todos estos elementos se produce esa llamada, esa seducción, ese interés y ese entusiasmo. No hay una palabrita al oído de las musas, ni de los artistas, ni del Niño Jesús. Existe, sin más, un espacio en el que es posible que crezcan las flores, porque está sobradamente abonado, está cuidado, está regado, y se han sembrado ya entre el misterio y la palabra un montón de inquietudes que pueden dar como fruto muchas clases de flores.

Los referentes personales no son lo menos importante en el misterio o la aparición de una determinada vocación. Es más, es muy raro que no estén más o menos conscientemente esos arquetipos sobre los que ha recaído la mirada del llamado y que ante ellos se ha sentido sorprendido, y de alguna manera enamorado.

La sobrenaturalidad de la vocación se sobreentiende como una proyección necesaria desde la perspectiva religiosa o cristiana, pero como he dicho anteriormente no hay una palabrita al oído, sino una especie de clamor interior que se ha ido construyendo con la unión, el amor, la generosidad, el entusiasmo o la ternura en el trato.

Y tampoco se entiende sin la presencia de personas concretas, que sí constituyen un aldabón en cada alma llamada, porque si sentimos emociones, es a través de las palabras las caricias, la ternura y el afecto de quines nos rodean…. Y la experiencia de Dios no es ajena a estas experiencias humanas, sino su sublimación y su elevación a lo más alto.
Septiembre 2009.

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